Llego por caminos bien distintos a estos dos libros que quizás tendrían que deslumbrarme, pero no acaban de conseguirlo. Es cierto que encuentro frases, imágenes que me entusiasman; me esperan como peces inquietos en un estanque, salpican, pero no acaban de calar los huesos. Y en dos libros separados por varias décadas, encuentro un elemento común. Ella. Billie Holiday.
“Había rescatado de la oscuridad, quién sabe cómo, el milagro del estilo puro. Eso mismo. Solo un tonto creería que hacía falta amar a un hombre, amar a alguien, amar la vida. Su gente, la gente que la rodeaba, la temía. Y tal vez incluso a ella la avergonzara a menudo el enorme peso de su espíritu. A ella, que nunca cedió a la tentación de buscar alivio en la sensiblería”. (Elizabeth Hardwick)
“ Y cada noche iba quitándose capas y capas de vestidos hasta dejar al descubierto una semilla herida y sangrante, su corazón, su nombre secreto.” (Camila Sosa)
Entonces decido que sí, que tienen que estar aquí, porque hablan de matanzas, de matanzas de negros. De cuerpos negros que cuelgan de los árboles como frutas extrañas, quemados, retorcidos. Como los que asesinamos a los pies de las vallas que levantamos para poder seguir creyendo que somos blancos.
“Southern trees bear a strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root
Black bodies swinging in the southern breeze
Strange fruit hanging from the poplar trees”