Lo vamos a tirar

Este libro es el dolor y el llanto de los que sobrevivieron, el grito que exige justicia. Es denuncia y advertencia: “Mujeres siempre a punto de morir. Mujeres muriendo y, sin embargo, vivas. (…) Las mujeres reclamaron el derecho a seguir vivas sobre este suelo tan manchado de sangre, tan desgajado por el espasmo de los terremotos y la violencia. Aquí mismo, por donde pasamos hoy. Un pie sobre una huella. (…) Somos ellas en el pasado, y somos ellas en el futuro, y somos otras a la vez. Somos otras y somos las mismas de siempre. Mujeres en busca de justicia. Mujeres exhaustas y juntas. Hartas ya, pero con la paciencia que sólo marcan los siglos. Ya para siempre enrabiadas”.

En “El invencible verano de Liliana”, Cristina Rivera Garza, reconstruye la vida de su hermana (asesinada en Ciudad de México por su exnovio en 1990), a través de sus recuerdos, los de familiares y amigos, y utilizando las cartas, notas y diarios que Liliana escribía y guardaba desde niña.

Este libro es además un canto al “tiempo de las muchachas en flor” y un manual para identificar el lenguaje sexista, para hacer sonar las alarmas, para reclamar un punto de vista que es “nuevo para una historia que lo ha negado, usurpado, cientos de millones de veces”. Un emocionante recuerdo a una joven que, tras años de maltrato padecido en secreto, dijo “basta ya” inspirada por una frase de Albert Camus: “En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano”. Una demanda de justicia porque “los corazones vivos no olvidan a los corazones muertos”.

Carne cruda

Eres una niña de cinco años. Tu carne, carne de ternera, se convierte en carne fresca para ese vecino en el que tus padres confían. No comprendes por qué te eligieron a ti esas manos que te toquetean, pero los labios se te sellan. No te queda otra que el ejercicio de resistencia porque nadie repara en ti. Silencio.


“Quieta, piensa, si es que es un pensamiento, que no le importaría morirse. Tampoco no morir. No parece funcionar en su cabeza el silogismo disyuntivo, al menos en este asunto. Le es algo indiferente, pero tal vez muerta dolería menos”.
Eres carne fresca, tu pubis no tiene vello. Pelada, como las liebres tras la caza. Cuando ese cerrojo del baño se echa todo conspira para que la soledad se agrande.
“La ternera” es un libro extremadamente brutal y al mismo tiempo un ejercicio de pura poesía.

Borracha no molas más

Siguiendo las recomendaciones de las chicas de Deforme Semanal, una vez más, cayó en mis manos “Lagunas” de Sarah Hepola. Unas memorias muy interesantes sobre la relación que tenemos con el alcohol. No sé en qué anda la muchachada en 2021, pero, cuando yo era adolescente, la mujer que se emborrachaba como un piojo era feliz, divertida, desinhibida, ingeniosa, libre, moderna. “Empoderamiento (…) cuánto deseábamos las mujeres el poder y lo confundidas que estábamos sobre cómo conseguirlo”.

A lo largo del libro Hepola descubre cómo marca su vida la relación entre alcohol y hombres. Era la que mejor conectaba con los tíos porque era como ellos, no como esas tías que no aguantan la bebida.

En “Lagunas” Hepola cuenta cómo para conectar con los demás necesitaba desconectar de sí misma y cómo en ese proceso el alcohol era su mejor aliado. Beber hasta perder el sentido o casi, despertar al día siguiente en medio de un parque, un coche o en una habitación que no era la suya, con un tío al que no conocía, sin saber bien cómo coño llegó ahí. Con mucho sentido del humor, con una capacidad increíble de reírse de sí misma y una sinceridad brutal, Hepola narra las experiencias más terribles y vergonzantes, el difícil camino hasta la aceptación de su alcoholismo, y el proceso para convertirse en una ex adicta.

Yo, que huyo de los borrachos como de la peste, fui de las que descubrió muy jovencita “el sádico juego del alcohol: incrementa tu confianza justo en el momento en que peor pinta tienes”. En los noventa me convertí en el ángel de la guarda de mis colegas en muchas noches de parranda. Creedme, ser esa persona es agotador.